HABLEMOS DE FELICIDAD

Los estudios más serios sobre bienestar —como el World Happiness Report o la investigación de Harvard sobre desarrollo adulto, que lleva más de 80 años estudiando la felicidad humana— coinciden en lo mismo: la felicidad verdadera no viene de lo que tenemos, sino de cómo nos relacionamos con lo que vivimos.

Desarrollo personal15/12/2025 Por Gabriela Romano
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Viñeta de Charlie Brown

Vamos a hablar sobre la felicidad. Ese concepto tan buscado, tan estudiado y esquivo que, a veces, parece un chiste interno del universo: cuanto más la buscamos afuera, más se esconde dentro. Según los expertos -una distinción que se remonta a Aristóteles y que ha sido desarrollada por la psicología moderna-, la felicidad suele dividirse en dos grandes tipos: la hedónica y la eudaimonica. La hedónica es la que viene del mundo exterior: un masaje, unas vacaciones, un lujo que te hace sonreír, un antojo cumplido, una experiencia que te emociona. La eudaimonica, en cambio, nace de dentro: es la conciencia de estar vivos, la satisfacción de saber quién eres, la calma que da sentir que tu vida tiene sentido y que eres coherente dentro de tu experiencia vital. ¿Son lo mismo? No. ¿Pueden convivir? Sí, pero no son intercambiables.

Los estudios más serios sobre bienestar —como el World Happiness Report o la investigación de Harvard sobre desarrollo adulto, que lleva más de 80 años estudiando la felicidad humana— coinciden en lo mismo: la felicidad verdadera no viene de lo que tenemos, sino de cómo nos relacionamos con lo que vivimos. No necesitamos grandes estudios para confirmar que la gente más feliz no es ni la más exitosa ni la más acaudalada, al menos no radica únicamente en estas características: la gente más feliz según indicadores internacionales del estudio de la felicidad, es la que tiene buenas conexiones, vínculos sólidos, sensación de seguridad emocional, propósito y comunidad. De hecho, la investigación de Harvard afirma que la calidad de nuestras relaciones es el mejor predictor de salud y bienestar a largo plazo.

Y, muy importante reincidir en que esto no elimina lo otro. No podemos sacar de la ecuación el autocuidado, los pequeños mimos, los instantes que nos hacen sonreír sin motivo: los estímulos externos son importantes. No definen nuestra vida, pero sí la colorean, al menos así es mi experiencia. La clave es no centrarse únicamente en ellos.

Hablar de felicidad implica aceptar que también habrá tristeza, pérdida, momentos grises y temporadas en las que la vida se siente cuesta arriba. Entonces, ¿qué buscamos realmente? Como dice Shi Heng Yi, maestro shaolín, quizá lo que en verdad anhelamos no es “felicidad” en el sentido luminoso y perfecto, sino paz, serenidad, satisfacción. Esa sensación de estar bien con lo que hay, incluso cuando no es lo que imaginábamos.

Yo, por ejemplo, me declaro disfrutona absoluta. Me encanta estar viva. Y coincido con Rosalinda Ballesteros, directora del Instituto de Ciencias del Bienestar Integral del Tec de Monterrey, cuando dice que la felicidad se entrena. No es un destino: es una habilidad. Una práctica. Un músculo.

¿Y cómo entrenarlo sin complicaciones, sin clichés ni fórmulas mágicas? Con cosas que sí están en tus manos, te regalo cinco prácticas que te llevarán de la mano a encontrar la felicidad que ya habita en ti:

Cultivar el agradecimiento —que es básicamente entrenar tu atención para mirar lo que sí hay, lo que sí funciona— cambia tu estado interno. Termina tu día mencionando tres cosas por las que te sientas agradecida. Tres, y que no se repitan las de hoy con las de mañana. Te harás experta en agradecimiento.

Alejarte de la queja —que es algo así como el agujero negro de lo emocional— te libera espacio mental. La queja pone el foco en lo que falta, lo que molesta, lo que no se ajusta a tu expectativa; cuando la sueltas, abres la puerta a lo que sí te da bienestar.

Vivir tus valores es otra pieza clave. Haz una lista de todo lo que consideras importante para ti y pregúntate: ¿qué puedo hacer hoy que esté alineado con esto? Si valoras la amistad, mándale un mensaje a alguien que quieres. Si valoras la libertad, date un momento de movimiento auténtico. Si valoras el aprendizaje, lee una página de ese libro. La coherencia genera calma. Y eso se puede ir contagiando a todos los aspectos de tu vida, congruencia con tus valores desde el trabajo, con tu familia, con todos tus proyectos.

Abrazar. Literal. Un abrazo sostenido genera oxitocina, la hormona del vínculo y del bienestar. 

Y por último, pero no menos importante: Moverte. No tiene que ser una hora de gym, con bailar, hacer estiramientos, dar unos saltos, bici estática; movimiento de tu cuerpo en general; esto genera una mezcla maravillosa: dopamina, serotonina, endorfinas y norepinefrina. Todo eso está disponible para ti, no necesitas nada externo ni receta, es gratis, y habita en tu propio cuerpo.

NETAZO

—“Un día te vas a morir.”
 —“Sí, pero los demás días no.”

La filosofía que esconde la viñeta de Charlie Brown es arrolladora. 

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A mí me amplió horizontes el día que la vi - y yo era realmente pequeña.  En ese espacio entre nacer y dejar de respirar se encuentra tu experiencia de vida. Cada día que sigues aquí es una oportunidad para sentir, crear, conectar, equivocarte, levantarte, crecer y volver a intentarlo. No todo el mundo te va a entender. No pasa nada. Lo importante es que tú vivas en congruencia contigo, desde tus valores, desde tu paz.

La felicidad no es un instante perfecto ni un destino final. Es la suma de pequeños actos de presencia, de conciencia y de intención. Y aunque no siempre podamos elegir lo que nos pasa, sí podemos elegir cómo lo vivimos. Aunque cueste aceptar la responsabilidad que esto supone, para temas de felicidad; la última palabra es tuya.

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