Las enfermedades mentales en la literatura contemporánea: La paranoia en la novela Los renglones torcidos de Dios.

“El manicomio es un museo de horrores, un álbum vivo de esperpentos” Luca De Tena (Los renglones torcidos de Dios)

Literatura20/11/2025 Por Yolanda Martínez
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Los Renglones Torcidos de Dios

Desde los clásicos griegos hasta la  literatura contemporánea, las enfermedades mentales han sido una herramienta narrativa y simbólica. Dependiendo del contexto social y político de las obras y del escenario en el que se desarrolla la trama, algunas historias han estigmatizado las enfermedades y denigrado  a los personajes. Sin embargo, gran parte de la producción literaria actual retrata los trastornos mentales con mayor sensibilidad y rigor y se busca mostrar la complejidad y el sufrimiento de quienes lo padecen. 


Una de las novelas contemporáneas más representativas de la literatura española sobre la enfermedades  mentales  es  Los renglones torcidos de Dios (1979) de Luca de Tena y prologada por el psiquiatra Juan Antonio Vallejo-Nágera Botas. La protagonista de la obra, Alice Gould  es una mujer culta e inteligente que ingresa en un psiquiátrico. Ella cree que  se hace pasar por una paciente para investigar un asesinato. Sin embargo, según informes de su médico, Alicia padece un cuadro paranoico y ha intentado envenenar a su marido en tres ocasiones. No obstante, ella afirma que toda esa información es falsa ya que pretenden internarla contra su voluntad.  Su inteligencia, interacción social con los pacientes, con los médicos y su enigmática personalidad sembrarán la duda constante y la credibilidad del relato de la protagonista. 


La obra refleja la crueldad de los tratamientos y la sociedad de la época a través de estos pacientes psiquiátricos. El lector será espectador, a través de la mirada de la protagonista, de las terapias poco ortodoxas y habituales que se realizaban. Desde las primeras páginas, las descripciones de algunos personajes tanto físicamente como desde el punto de vista psicológico, están cargadas de crueldad y animalismo. Sin embargo, la protagonista siente compasión por ellos: 
“Aquello era un museo de horrores, un álbum vivo de esperpentos, un gallinero de excentricidades, pero eran seres humanos: no árboles ni bestias. En algún lugar y un tiempo desconocidos tuvieron unos padres, un hogar y una cuna. "¡No es horror, Alice Gould, lo que deben producirte —se recriminó—, sino una sincera compasión y un gran afán de ayudarlos!”(p.21)


“Para intentar sanarla (cosa que no siempre se consigue) hemos de someterla al tratamiento que indica nuestro Ripalda. Una de esas terapias es el choque insulínico: llevarla al borde mismo de la muerte provocándole una hipoglucemia progresiva hasta que entre usted en coma. Cuando esté ya a las puertas de la agonía, la reviviremos suministrándole dosis masivas de glucosa”. (p. 121)


 No cabe duda de que es una novela documentada, inteligente, interesante y cargadas de giros narrativos que nos hacen dudar de la cordura de la protagonista. Esto provoca la incertidumbre del diagnóstico y la concepción del personaje de Alicia como un ser perfecto capaz de poner en tela de juicio los métodos terapéuticos y la labor de los psiquiatras.  

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